En el día, los odontopediatras tratan los dientes de los niños. Pero ese trabajo va muchísimo más allá, acompañando y guiando a las familias durante el crecimiento de sus hijos para que el cuidado de la salud bucodental de estos esté siempre presente.
En la consulta de un odontopediatra, la patología más común es la caries dental, una afección multifactorial en la que, además de los factores del propio individuo, influyen en gran medida dos elementos totalmente controlables: nuestra dieta y nuestros hábitos de higiene.
Relación entre la alimentación y la salud bucodental
La alimentación tiene una relación directa con la salud oral de los niños. Las afecciones más frecuentes asociadas a la dieta, además de la caries son, la erosión dental y alteraciones en el desarrollo de los maxilares. Pero ¿qué hace que un alimento sea más o menos “amigo” de los dientes?
Hay tres aspectos clave: lo que contiene ese alimento, cómo es y cada cuánto se come.
1. La composición
Los alimentos con mucho azúcar o con azúcares “libres” (como los que contienen los alimentos más procesados: zumos, bollería, refrescos o chucherías) son los más perjudiciales, porque las bacterias de la boca usan ese azúcar para producir ácido, y ese ácido va desgastando poco a poco el esmalte dental.
De ellos, uno mayores enemigos en este sentido son los refrescos y las bebidas deportivas, una combinación perfecta de gran acidez y alto contenido en azúcares.
2. La textura
Cuanto más pegajoso es un alimento (como las galletas, las chocolatinas, el pan de molde…), más tiempo permanece adherido a los dientes, permitiendo a los ácidos actuar durante más rato.
En cambio, los alimentos más duros o fibrosos (como la fruta fresca o la zanahoria cruda) ayudan a limpiar los dientes y estimulan la saliva, que los protege de forma natural.
3. La frecuencia
No solo importa lo que se come, sino cuántas veces al día exponemos la boca a ese ambiente ácido. Cada vez que comemos algo dulce, el pH de la boca desciende durante unos 30-40 minutos. Si eso ocurre muchas veces al día, el esmalte no tiene tiempo de recuperarse.
Por eso, siempre explicamos a los padres que, por ejemplo, si en un cumpleaños dan una bolsa de chuches, es mejor que el niño la consuma entera y luego se lave los dientes, que ir comiéndola poco a poco durante la semana. Así reducimos el tiempo en que los dientes están expuestos al azúcar y, por lo tanto, el riesgo de caries es menor.
Alimentos que favorecen la salud dental infantil
Los alimentos más beneficiosos para la salud bucodental infantil son los naturales, de consistencia dura, seca y fibrosa. Estos promueven la masticación, estimulan la salivación y ayudan a mantener una boca más limpia. También los productos lácteos, como el queso o el yogur natural, ayudan a equilibrar el pH y aportan calcio.
Problemas de desarrollo dental causados por la dieta moderna
En la consulta es muy habitual encontrar niños con problemas en el recambio dental por falta de espacio para dientes definitivos, bocas poco desarrolladas en las que el apiñamiento dental es frecuente. La dieta moderna, compuesta por alimentos blandos y procesados, requiere poco trabajo muscular y altera las funciones normales, provocando la mayoría de las alteraciones en el desarrollo del sistema masticatorio, conocidas como maloclusiones.
En biología y desarrollo infantil, hay un principio conocido como “la función hace la forma”. En el tema que nos ocupa, esto significa que, si el mecanismo fisiológico de la masticación y deglución se ve afectado, el crecimiento y el desarrollo facial no serán adecuados, provocando falta de espacio para dientes definitivos y problemas de mordida. Incluir alimentos más duros, secos y fibrosos ayuda a restaurar esa función natural y favorece un desarrollo armónico y equilibrado.
¿Qué cantidad de azúcar debe consumir un niño?
Llama mucho la atención lo normalizado que está el consumo de azúcar en los niños. Al preguntar a los padres en qué consiste la dieta diaria de sus hijos, la respuesta más habitual es:
- Desayunan leche con cacao en polvo, cereales o galletas.
- Llevan al colegio un bocadillo o una fruta, pero también una “sorpresita dulce” para que el almuerzo les parezca más divertido.
- A la hora de comer, muchas veces hay zumo para beber y un postre tipo petit suisse.
- Por la tarde, la merienda es bollería, galletas o pan con crema de cacao, casi siempre acompañados de un zumo o un yogur bebible.
Si sumamos todo eso, muchos niños están tomando 80-100 gramos de azúcar o más cada día, aunque los padres no sean conscientes, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda no superar las 4 cucharadas diarias (15-20g) de azúcares añadidos. Hacerlo no solo afecta a los dientes, sino que también aumenta el riesgo de enfermedades como la diabetes, la obesidad, la hipertensión o los problemas cardiovasculares desde edades tempranas.
Por eso, es importante mirar más allá de las etiquetas “para niños” o “con vitaminas”, porque muchos productos diseñados para ellos esconden grandes cantidades de azúcar. No se trata de prohibir ni de generar culpa, sino de ser conscientes y buscar un equilibrio:
- Elegir agua en lugar de zumo
- Optar por yogures naturales sin azúcar
- Consumir fruta fresca en vez de galletas
- Enseñar a los niños a disfrutar de los sabores reales de los alimentos.
Cambios de hábitos: educación, no prohibición
Pequeños cambios diarios pueden marcar una gran diferencia en la salud actual de los niños y en la que tendrán de adultos. La experiencia en consulta demuestra que, cuando una familia ha normalizado durante años ciertos hábitos, los cambios deben hacerse de forma gradual y realista.
Hay que trabajar objetivos alcanzables, que se deben ir ajustando poco a poco. Por ejemplo, se puede empezar mejorando las meriendas –eligiendo opciones más saludables– y mantener el desayuno, pero añadiendo un cepillado supervisado o repasado por los padres tras la ingesta. Se trata de dar pequeños pasos, pero sostenibles en el tiempo.
Además, se le suman dos aspectos fundamentales:
- ¿Qué comen los demás en casa? Un niño difícilmente elegirá agua si ve que sus padres beben refrescos en cada comida.
- ¿Qué hay disponible en la despensa? Si la oferta en casa es saludable, los niños elegirán de entre esas opciones lo que más les guste. Pero si tienen a mano galletas, cacao soluble y bollería, será mucho más difícil que escojan fruta o tostadas.
En definitiva, los hábitos familiares son el mejor modelo: los niños aprenden más de lo que ven que de lo que se les dice.
Otro factor controlable: los hábitos de higiene oral
Además de la alimentación, el segundo gran factor determinante para prevenir enfermedades bucodentales es la higiene oral.
¿Qué pasta dental deben utilizar los niños?
Lo más importante es su contenido en flúor. Este mineral, presente en muchos alimentos, pero no en suficiente cantidad, fortalece el esmalte y previene la caries, por lo que siempre se recomienda elegir dentífricos con concentraciones de mínimo 1000 ppm, según la edad y el riesgo del paciente.
¿Qué cepillo es el más adecuado?
En cuanto al cepillo, lo ideal es usar uno de cabezal pequeño y cerdas suaves, adaptado a la edad del niño. Cuando todavía los padres repasan la higiene de sus hijos, recomendamos disponer de dos cepillos: uno más atractivo y seguro para que el niño juegue, explore o muerda, y otro con un mango cómodo para el adulto, que será el que realice la limpieza efectiva.
¿Cuándo hay que usar hilo dental?
El hilo dental debe incorporarse al cuidado diario desde el momento en que los dientes están en contacto entre sí, ya que el cepillo no alcanza a limpiar esos espacios. En las primeras etapas, son los padres quienes deben pasar el hilo dental; más adelante, enseñar a los niños a hacerlo forma parte del proceso de aprendizaje de una buena higiene interdental.
En la consulta, durante las revisiones, realizamos un ejercicio muy útil: aplicamos un detector de placa para que los niños vean exactamente dónde se acumula la suciedad, y los animamos después a cepillarse los dientes. Esto nos permite observar su técnica y también los resultados reales del cepillado.
Incluso en ese contexto –donde se esfuerzan más que en casa– vemos con frecuencia que hasta los 8 o 9 años el cepillado necesita ser repasado por un adulto. Es completamente normal: los niños buscan autonomía desde pequeños, pero todavía no tienen la destreza necesaria para limpiar bien todas las superficies dentales. Ese “repaso” final de los padres no es una corrección, sino una parte esencial del cuidado. Sin él, el cepillado puede servir para crear el hábito, pero no siempre para prevenir las patologías bucodentales.
En resumen, una buena salud bucodental infantil se basa en una alimentación equilibrada, una higiene adecuada y el ejemplo familiar. Pequeños cambios sostenidos pueden prevenir caries y problemas de desarrollo, asegurando una boca sana desde la infancia.


