Las glándulas sudoríparas cumplen una función diferente según la zona del cuerpo en la que se encuentran. Este es el caso de las axilas (también ocurre con las ingles o el cuero cabelludo), por lo que su composición es distinta a la del sudor común. Contienen ácidos grasos, carbohidratos y esteroides, entre otros componentes, que sirven de alimento para las bacterias que habitan nuestro cuerpo. Al concentrarse en esa zona, generan el olor desagradable que asociamos con el sudor. Por ello –y lo más importante–, los desodorantes saludables no buscan eliminar o bloquear la sudoración, sino reducir las bacterias acumuladas sin dañar la piel.