BioCultura BCN 2025 llega este año del 29 de mayo al 1 de junio. En esta ocasión, y después de tres décadas celebrándose en el Palau Sant Jordi, la feria por excelencia de la producción ecológica y el consumo responsable se traslada a un nuevo recinto: La Farga, de L’Hospitalet, un espacio mejor conectado para la ciudadanía.
Montse Escutia, del equipo de Vida Sana, entidad sin ánimo de lucro organizadora del evento, resume en este artículo por qué una feria como BioCultura, después de treinta años de activismo, continúa siendo más necesaria que nunca.
BioCultura lleva cuatro décadas de activismo en Madrid. En Catalunya, tres. Se dice pronto. Ha llovido mucho desde aquellos años en que todo el mundo decía que éramos unos “iluminados”, unos “locos”. El tiempo nos ha dado la razón. Porque el tiempo es un gran antólogo. Se ha hecho mucho y se ha hecho bien, pero no es suficiente.
La crisis climática, la sexta extinción, la degradación de nuestros ecosistemas, el despoblamiento rural, la pandemia de cáncer y de otras enfermedades, la esterilidad de la población… Muchos de los problemas que nos asolan tienen que ver con un sistema agroalimentario industrial cada vez más insostenible y enloquecido.
BioCultura es un manual de retorno al sentido común, a la sostenibilidad verdadera y a la ecología profunda. Quizá, desgraciadamente, BioCultura sigue teniendo más sentido que nunca, ya que es necesaria para una transición agroecológica que sea rápida, porque las urgencias llaman a nuestra puerta de una forma atronadora.
Liderazgo en producción, pero no en consumo
España ha recuperado su liderazgo en agricultura ecológica en Europa, con más de tres millones de hectáreas dedicadas al cultivo ecológico, lo que supone un aumento del 11 % en 2023. Hoy, el 12,5 % de la superficie agrícola en el Estado español es ecológica, aunque el objetivo es alcanzar el 25 % para 2030, según los compromisos de la Unión Europea.
Algunas comunidades autónomas del Estado ya están por encima. En 2023, el mercado bío español experimentó un crecimiento significativo, con dos comunidades liderando el camino: Andalucía lidera la producción y Catalunya, el consumo. Sin embargo, y aunque están cambiando las cosas, todavía una gran parte de nuestra producción se va a la exportación, algo poco ecológico.
Para que la revolución agroecológica alcance su máximo sentido y su entera plenitud, hay que cerrar el círculo y consumir el alimento bío en circuitos cada vez más cortos.
Buenas expectativas
Según datos recientes, publicados por el Consell Català de la Producció Agrària Ecològica (CCPAE), el cultivo ecológico supera ya las 272.700 hectáreas en Catalunya. La cifra de operadores ecológicos alcanza casi los 5.100, con un negocio de 1.190 millones de euros.
En consumo per cápita, Catalunya es la tercera comunidad autónoma de España, detrás de Illes Balears y Galicia, por este orden. En Catalunya se han hecho muy bien algunas cosas. Por un lado, la ciudadanía catalana es muy consciente y quiere productos que sean sanos para nuestros organismos y para nuestros ecosistemas.
Por otra parte, tenemos un tejido agrario y ganadero, y de elaboradores, también con una gran sensibilidad para los temas ambientales y sanitarios. Y contamos con muchos ecoemprendedores muy conscientes, dinámicos y creativos. Todo ello nos sitúa a la cabeza del sur de Europa. Catalunya forma parte de una revolución agroecológica que se expande por todo el Mediterráneo.
Treinta años más
Esta edición, BioCultura abandona el Palau Sant Jordi y se traslada a La Farga, de L’Hospitalet. Parece que el cambio le ha sentado bien a la feria. Bastante tiempo antes de abrir las puertas, todo el espacio expositivo ya está adjudicado y reservado.
Sin duda, el hecho de que sea un recinto bien conectado para la ciudadanía ha hecho que las empresas del sector no dejaran su reserva para el último momento. Todo apunta a que será una gran feria. Y el éxito es necesario. Porque no tenemos más opciones.
Solo un retorno a la agroecología, al respeto de la naturaleza, al cuidado de nuestros entornos naturales, a la conservación de nuestros recursos, al mantenimiento de los paisajes, al repoblamiento de nuestras zonas rurales, al equilibrio de la salud natural… conllevará una vida digna para las generaciones que están por venir.
No se engañen: la tecnología no nos salvará del desastre si no somos capaces de iniciar las sendas como sociedad que BioCultura dibuja, insinúa y enseña. Mientras nuestra clase política no sea capaz de hacer una gran apuesta por la agroecología, los ciudadanos tendremos que seguir tirando del carro, como ya hicimos hace cuatro décadas en Madrid y tres en Barcelona.
Si queremos seguir siendo un ejemplo para el mundo, tenemos que empezar a consumir lo que producimos. Por el bien de todos nosotros y, en especial, por el bien de la séptima generación futura, como clamaban (y siguen clamando) las naciones indígenas.