La enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) es una enfermedad común con gran impacto en todo el mundo. De hecho, se trata de la cuarta causa de muerte del mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se trata de una enfermedad que dificulta respirar, tos crónica y sensación de cansancio.
El EPOC no se puede curar, pero puede mejorar si se trata correctamente. Una de las opciones es contar con un fisioterapeuta respiratorio que ayuda a respirar de forma más eficiente para evitar crisis y mejorar su calidad de vida. Lo detalla la fisioterapeuta Guiomar Martín de ILUNION Fisioterapia.
Más allá del manejo de crisis, ¿cuál es el papel fundamental del fisioterapeuta respiratorio en el abordaje crónico de la EPOC?
El fisioterapeuta respiratorio desempeña un rol continuo y esencial en el manejo crónico de la EPOC. Su objetivo principal es frenar la progresión de la enfermedad, reducir los síntomas y mejorar la capacidad funcional del paciente. Para ello, desarrolla programas personalizados que incluyen ejercicio aeróbico, fortalecimiento muscular, entrenamiento de la musculatura respiratoria, técnicas de eliminación de secreciones y educación para el manejo de la enfermedad, con el fin de disminuir la disnea, aumentar la tolerancia al esfuerzo y favorecer la independencia en las actividades de la vida diaria.
¿Cómo impacta su intervención en la calidad de vida y autonomía del paciente?
La intervención fisioterapéutica regular promueve una mayor autonomía y movilidad, reduce la fatiga y ayuda a minimizar las limitaciones que impone la enfermedad. Asimismo, contribuye a disminuir el riesgo de rehospitalizaciones tras las exacerbaciones, mejorando la estabilidad clínica del paciente a largo plazo.
¿Cuáles son las técnicas de fisioterapia respiratoria más efectivas para aliviar la disnea y la tos?
Las técnicas más efectivas para aliviar la disnea y la tos incluyen la reeducación diafragmática —junto con otros patrones respiratorios—, la respiración con labios fruncidos, las técnicas de drenaje bronquial o eliminación de secreciones y el entrenamiento de la musculatura respiratoria, cuando sea necesario y siempre valorando si existe o no debilidad. Además, se incorpora entrenamiento aeróbico y de fuerza muscular, ya que en esta patología se produce pérdida de masa muscular y disnea, siendo este uno de los principales síntomas.
La reeducación diafragmática optimiza el patrón respiratorio y reduce el uso de musculatura accesoria. La respiración con labios fruncidos disminuye la sensación de disnea y mejora la ventilación. Las técnicas de drenaje bronquial facilitan la expulsión de secreciones, mientras que el entrenamiento muscular inspiratorio fortalece el diafragma. Para realizarlas de forma segura en casa, se recomienda mantener posturas cómodas. Además, se deben evitar maniobras rápidas que puedan generar mareo o fatiga, comenzar con intensidades bajas y progresar de manera gradual.
¿Qué pautas se recomiendan para realizarlas de forma segura en casa?
Algunas pautas de seguridad a seguir en el domicilio serían: aprender la técnica primero con el fisioterapeuta y avanzar de forma progresiva; suspender la práctica si aparecen mareos, desaturación marcada, dolor torácico o palpitaciones; y utilizar oxigenoterapia según prescripción, si corresponde.
¿Qué estrategias preventivas enseña la fisioterapia respiratoria para reducir exacerbaciones e infecciones, más allá del ejercicio físico?
Las estrategias preventivas que enseña la fisioterapia respiratoria, más allá del ejercicio físico, incluyen la educación en autocuidados y el reconocimiento temprano de síntomas para actuar rápidamente ante exacerbaciones; la revisión y correcta utilización de inhaladores y del tratamiento farmacológico; la higiene respiratoria y bronquial, que abarca el lavado de manos, la ventilación adecuada y las técnicas de aclaramiento mucoso para evitar la acumulación de secreciones; y el control de la respiración y la conservación de energía, junto con la planificación de actividades para prevenir sobreesfuerzos.
También se contemplan la mejora de la movilidad torácica y la adopción de hábitos saludables. Por ejemplo, una hidratación adecuada y la evitación de irritantes ambientales, así como el seguimiento regular para detectar cambios en los síntomas o en la capacidad funcional.
Todas estas intervenciones contribuyen a prevenir infecciones respiratorias, reducir la frecuencia de exacerbaciones y mantener una función pulmonar más estable.
